A finales de octubre X se fue de viaje con su familia unos días y mi hermana y mi madre decidieron venir a visitarnos para que no estuviera sola con los niños.
El sábado pensé que estaría bien irnos de excursión a la costa, lo malo es que mi hermana y mi madre tienen puesto el chip «horario español» y les resulta complicado salir de casa antes de la doce un sábado. Yo mientras tanto me estaba poniendo nerviosa pensando que perdíamos el día (aquí oscurece antes, cierran muchas tiendas a las 6…), cosa que nadie entendía. Así que salí de casa para empezar a meter cosas en el maletero, cuando me di cuenta todo el mundo estaba fuera, pero ni los niños ni yo llevábamos las chaquetas puestas, cuando fui a entrar en casa vi que no entraba la llave en la cerradura. Pregunté quién había cerrado la puerta y fue Maite quién contestó. Mi hermana había dejado una llave en la cerradura por dentro y desde fuera, a pesar de tener la llave, era imposible entrar. Maite al cerrar la puerta no se dio cuenta de eso. Al final después de nervios míos, llantos de Maite, que se sentía culpable por haber cerrado la puerta, y pasotismo de los demás conseguí que el padre de una amiguita de M. que había sido cerrajero viniera a ayudarnos, antes intenté sin éxito ponerme en contacto con un cerrajero “de verdad”, pero parecía cosa imposible un sábado. Vi como abrían nuestra puerta con un plástico en un minuto, lo que no me dejó muy tranquila, y nos fuimos a la costa. Las sorpresas no se acababan ahí.
En la costa, mi madre tenía frío, mi hermana hambre y los niños y yo decidimos ir a dar una vuelta por la orilla. Después de un rato quise volver al coche para buscar algo y me di cuenta de que no tenía la llave. Buscamos en el trozo de paseo que separaba el coche de la playa, preguntamos en algunas tiendas por si alguien la había encontrado y la había dejado allí… pero nada. A mi hermana se le ocurrió ir a preguntar en la Oficina de Turismo que estaba muy cerca y ¡milagro! Alguien la había encontrado y la había dejado allí.
Al llegar a casa O. me dijo que la luz del baño estaba encendida, pero con todas las peripecias
de la mañana yo pensé que alguien la habría dejado encendida al salir. Los niños tenían ganas de comer pizza así que fue casi entrar y salir. Con Maite me fui a por la cena. Al volver mi madre me comentó que hacía mucho frío en el salón y que le parecía que entraba mucho aire por la ventana. Me acerqué y vi que la ventana estaba mal cerrada. Al darme la vuelta vi que la mesa del salón estaba llena de cosas, alguien había volcado una caja que tengo en mi habitación donde guardo joyas y otras cosas, parecía como si hubieran estado seleccionando el contenido. Ahí me entró el pánico y subí corriendo a las habitaciones,
en la de los niños no vi nada raro, pero en la mía me encontré que habían volcado las mesillas encima de la cama. Buscaban claramente dinero y joyas. No tocaron los ordenadores, ni la tele… En eso tuvimos “suerte”.
No sé ni cómo pude pensar, dejé a los niños cenando y llamé a la policía. Mientras llamé a los vecinos para ver si habían visto algo. La policía llegó bastante rápido y puse un DVD a los niños para tenerlos entretenidos mientras hablaba con la policía. El truco funcionó muy bien con O., que en cuanto ve una pantalla parece que se vuelve invisible, es como si el niño dejara de existir, pero M. estaba preocupada por saber qué había pasado. Y cuando vio a la policía la cosa empeoró, no paraba de preguntarles dónde estaban los ladrones, si se habían escondido en el sótano…
Con la policía intentamos reconstruir los hechos. Al parecer entraron por la ventana, probablemente eran dos y nos vieron llegar y salieron por la puerta del jardín. Puede que no se llevaran nada más porque no les dio tiempo, ya que llegamos y tuvieron que salir corriendo o quizás sólo querían joyas y dinero porque eso se lo podían llevar en los bolsillos sin levantar sospechas. La nuestra era la quinta denuncia del día en el barrio, se les había dado bien el trabajo.
Tuvimos suerte y el seguro cubrió todo bastante bien. El robo me dio más rabia por el valor sentimental de lo que se llevaron, entre otras cosas un anillo de mi abuela, el anillo que X. me regaló cuando me pidió que nos casáramos, las cadenas y pulseritas de los niños… Una cosa tonta que se llevaron fueron todos los adornos de pelo de M., cuando se enteró fue un pequeño drama para ella. Con esa pista la policía dedujo que se trataba de niñas las que entraron a robar, puede
ser porque no veo a ningún hombre capaz de llevarse todas las gomas, diademas y ganchos de pelo.
El caso es que a raíz del robo M. habla mucho de ladrones, hizo todo tipo de preguntas, si los ladrones tienen hijos, dónde viven los ladrones, por qué roban… Hasta cuando jugamos, siempre cita a ladrones. Han pasado casi tres meses pero todavía los tiene en el pensamiento. Poco después del robo descubrí que por las noches, envolvía sus muñecas en una mantita y las escondía debajo de la cama, para que los ladrones no las vieran. Le tuve que explicar que los ladrones no volverían, que pasan una vez y ya está. Pero sigue escondiendo cosas importantes para ella de vez en cuando. También me pregunta por lo que me robaron, uno de los anillos
que se llevaron lo solía llevar siempre puesto y siempre me pregunta por él. Tuvo pesadillas los primeros días, pero afortunadamente se le pasó bastante rápido. Y cuando llegábamos a casa siempre iba a mirar si la puerta por la que supuestamente habían salido estaba abierta. O., por su parte no ha dicho nada del robo nunca, como si no hubiera pasado.
Yo también estuve algo preocupada al principio, pero parece que lo voy olvidando, no tiene porqué volvernos a tocar (o eso espero). Los robos son algo bastante corriente en Bruselas, casi toda la gente que conozco que vive aquí ha sufrido alguno, en su casa o en la calle. No sé porqué la ciudad es tan insegura en ese sentido. Lo bueno, es que no rompieron nada y no se llevaron nada indispensable.
Ahora, toca olvidar.